LA ORACIÓN DE LA RANA
Una noche, mientras se hallaba en oración, el hermano Bruno se vio interrumpido por el croar de una rana. Pero al ver que todos sus esfuerzos por ignorar aquel sonido resultaban inútiles, se asomó a la ventana y gritó: “¡Silencio! ¡Estoy rezando!”.
Y como el hermano Bruno era un santo, su orden fue obedecida de inmediato: todo ser viviente acalló su voz para crear un silencio que pudiera favorecer su oración.
Pero otro sonido vino entonces a perturbar a Bruno: una voz interior que decía: “Quizás a Dios le guste tanto el croar de esta rana como el recitado de tus salmos…”. “¿Qué puede haber en el croar de una rana que resulte agradable a los oídos de Dios?” fue la displicente respuesta de Bruno. Pero la voz siguió hablando: “¿Por qué crees tú que inventó Dios el sonido?
Bruno decidió averiguar el porqué. Se asomó de nuevo a la ventana y ordenó: “¡Canta!” Y el rítmico croar de la rana volvió a llenar el aire con el acompañamiento de todas las ranas del lugar. Y cuando Bruno prestó atención al sonido, éste dejó de crisparle, porque descubrió que, si dejaba de resistirse a él, el croar de las ranas servía, de hecho. Para enriquecer el silencio de la noche.
Y una vez descubierto esto, el corazón de Bruno se sintió en armonía con el universo, y por primera vez en su vida comprendió lo que significa orar. (Anthony del Mello. La Oración de la Rana I).
Esta historia muestra la importancia de la aceptación del otro. No puedes orar de verdad, no puedes hablar verdaderamente con Dios si tu corazón no está en paz. Puedes pedirle al Señor ayuda para sanarlo, pero no cicatrizará hasta que no te reconcilies con aquello que te molesta. Dios puede darte paz, pero primero debes estar dispuesto a cambiar el rencor y el malestar, por Amor y aceptación.
Orar es comunicarse directamente con Dios como con un amigo; es alcanzar en Él el sosiego del alma, y descansar en Sus poderosos brazos; es aprender a confiar en Él; es una relación amorosa que no se puede explicar… hay que experimentarla. Pero no podrás disfrutar de esa comunión con Él si te cierras al otro. Dicen que el mayor desprecio es no hacer aprecio. Rechazar o ignorar al otro te aleja de él, y cuando estás lejos del otro, estás lejos de Dios.
Él puede sanar tu corazón orgulloso, pero tú debes permitir que lo haga, y que cambie tu actitud de rechazo por la de la aceptación; tu vanidad y suficiencia, por humildad y Amor. Debes abrir el corazón y permitir que Jesús trabaje en él. Si lo haces, verás al otro a través de Sus ojos, y en lugar de rechazo, encontrarás Amor. Eso es lo que Cristo puede obrar en ti, y es lo que te llenará de paz.
No hay nada imposible para Dios, Él llegará hasta donde le dejes, te Ama y quiere lo mejor para ti, pero siempre respetará tu libertad de elección.
La Biblia dice en Mateo 5:22-24: Pero yo os digo, cualquiera que se enoje con su hermano, será culpado del juicio. Cualquiera que insulte a su hermano, será culpado….”Por tanto, si al llevar tu ofrenda al altar, te acuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar, y ve a reconciliarte primero con tu hermano. Entonces vuelve, y ofrece tu ofrenda. Y es que Jesús sabe, mejor que nadie, que la tolerancia con los que son diferentes es absolutamente necesaria para la convivencia, pero Él no toleraba, Él Amaba. Por eso, no te llama a tolerar, tampoco a aceptar, te llama a Amar, y no con el imperfecto amor humano, sino como Él Ama, con el Amor de Dios. El amor humano es limitado, el Amor de Dios es ilimitado. Por eso Jesús llama a los cristianos a dar un paso más, a ser humildes y aprender a Amar de verdad.
Si, Cristo siempre va más allá. Puedes puedes tolerar… puedes incluso llegar a aceptar, como el protagonista acaba aceptando el croar de la rana, pero no es suficiente, Jesús te pide que des ese paso de Amar al otro. Porque Amar no es un sentimiento, Amar es una decisión, una actitud, una determinación a abrir el corazón al otro, al diferente, al que no te gusta, aunque no te apetezca. Por eso, necesitas orar por ese Amor. Tu y yo necesitamos pedirle al Señor que nos enseñe a Amar de verdad, porque se nos ha olvidado. Tenemos un concepto del amor demasiado selectivo y distorsionado. Jesús es nuestro modelo. Amaba aún a los que deseaban su muerte.
Aceptar al otro, al que no te gusta, al que no te cae bien, al diferente, eso es cristianismo. Ya sabes… Si no Amas, no conoces a Dios… porque Dios es Amor (1ºJuan 4:8). Si no estás dispuesto a Amar al otro, por mucho que guardes los mandamientos y vayas a la iglesia, no conoces a Dios, ni imitas a Jesús (por tanto no eres cristiano por mucho que te guste llamarte así) y no podrás disfrutar de la paz que da tener al Espíritu Santo trabajando en tu corazón. Porque si te niegas a Amar, estás negándote a hacer Su voluntad (Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. Juan 12:34)
Todos somos diferentes. Hay a tu alrededor “hermanos Bruno”, “ranas”, y toda una fauna de lo más diversa. Y Dios te llama a Amarlos a todos, y no con tu manera de amar, sino con la Suya. Tal vez el otro te resulte molesto, te “caiga mal”, te irrite, pero no es su problema… es el tuyo. Eres tu quien no es capaz de aceptarle, y no podrás hacerlo por ti mismo. Solamente Dios puede ayudarte a Amar de verdad a los demás como hacía Jesús.
En la práctica, Amar es un verbo, y por tanto requiere acción. La primera, la oración. Necesitas que Dios te cambie para que tu actitud se transforme. Una vez que permitas al Espíritu Santo trabajar en tu corazón, Él te ayudará a aceptar al otro. Entonces su “croar” dejará de molestarte y conocerás la paz que viene de estar conectado realmente a Dios, fuente del verdadero Amor.
Comentarios
Publicar un comentario