Vano

“Y respondí: En vano he trabajado; he gastado mis fuerzas sin provecho alguno. Pero mi justicia está en manos del Señor; mi recompensa está con mi Dios.” Isaías 49:4 (RVR)
Isaías expresa proféticamente con gran crudeza, el sentimiento del Mesías en el momento de su máximo sacrificio. Si se analizan los hechos de la cruz, cualquier observador podría percibir que el esfuerzo de Jesucristo por educar y capacitar a sus discípulos más directos, fueron tres años sin resultados positivos. Todos se durmieron en el huerto, lo dejaron solo, ninguno lo acompañó a la cruz ni lo defendió de tantas mentiras. Un fracaso.

Muchas veces me he sentido de la misma manera. Evaluando el esfuerzo realizado, los resultados del sacrificio son pocos, casi nada. Y eso desanima. El sentimiento es el mismo que describe el profeta. Trabajé en vano, lo que hice no sirvió para nada. El esfuerzo fue sin sentido. No hubo ningún provecho.
Desalientan los magros resultados. Y no hubo falta de esfuerzo o de trabajo, ni indiferencia, tampoco olvido. Se invirtió mucho, pero no se consiguió lo esperado. Y eso desgasta, desanima y bajonea. Y decimos como Isaías: he gastado mis fuerzas sin provecho alguno. Jesucristo sintió lo mismo que nosotros, pero a la enésima potencia.
Él fue a la cruz para salvarnos de la condenación eterna. El costo que pagó fue el más alto que pudiera concebirse. No sólo por el sufrimiento extremo y la tortura, sino además por cargar sobre sí con todos los asquerosos pecados de toda la humanidad, de todos los tiempos, cuando el es Él tres veces Santo. Y finalmente, padeció la muerte siendo Él el Autor de la vida.
Todo, para que la gran mayoría de la humanidad desprecie su sacrificio y su regalo, y elija irse al infierno. Pero me maravilla la óptica de Jesucristo. Lo que para todos los demás habría sido un fracaso, para Él es una victoria. No mide los resultados según las matemáticas humanas, ni pondera el éxito según los parámetros de los mortales. Dios tiene otra visión de los hechos.
Y jamás va a considerar que un esfuerzo es en vano, si al menos se salvó uno. Porque si yo hubiera sido el único ser humano de la tierra con pecado, Jesucristo igual hubiera subido a la cruz para morir en mi lugar. Para Dios cada uno cuenta, y todos somos importantes.
Si hoy estás desanimado por los pocos resultados, no tires la toalla. Dios tiene recompensas. Él siempre premia.

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