NO JUZGUES A TU HERMANO!!!

“No se conviertan en jueces de los demás, y así Dios no los juzgará a ustedes. Si son muy duros para juzgar a otras personas, Dios será igualmente duro con ustedes. Él los tratará como ustedes traten a los demás”.
Mateo 7:1-2 (Traducción en lenguaje actual)

Vivimos en una sociedad en donde nuestro ojo esta puesto en lo que hace la otra gente. Se nos hace muy fácil criticar los errores de los demás, juzgarlos y hasta decretar juicios anticipados muchas veces.

Cuando se tratar de juzgar somos “perfectos”, si vemos a alguien que hace algo malo, rápidamente lo criticamos y decimos toda clase de palabras que ponen en juicio su verdadera conversión; y es que nos preocupamos por lo que los demás hacen y muy poco por lo que nosotros hacemos.

Muchas veces rozamos la hipocresía al juzgar a alguien por su pecado o por su error, cuando nosotros estamos practicando cosas semejantes, con la única diferencia que nadie lo sabe o aun no hemos sido descubiertos.

Juzgamos a los demás duramente, criticamos sin pensar en las consecuencias de nuestras palabras, muchas veces nuestras palabras son tan dañinas que lejos de levantar al caído lo terminan de sepultar. Somos tan duros con las personas que cometen errores, pero cuando estamos en esa posición nosotros queremos que nos tengan misericordia.

Antes de preocuparnos por lo que los demás hacen o dejan de hacer, debemos de preocuparnos por nuestra propia vida, ¿Cómo esta nuestra vida delante de Dios?, ¿Qué es lo que estas practicando que te avergüenza?, ¿Qué es lo que nadie sabe que haces y si lo supieran se caería tu imagen de “perfecto(a)”?

Deja de criticar al que comete errores o al que peca, en su lugar extiende una mano de restauración, muéstrale el amor de Dios, cómo su misericordia esta dispuesta a levantarlo nuevamente, recuérdale que Dios en lugar de excluir, incluye, que la voluntad de Dios es que todos lleguemos al arrepentimiento, que aun hay oportunidad de recibir el perdón y que no hay área de nuestra vida que nos pueda vencer, que quizá muchas veces tropezaremos, pero Dios nos levantara y nos hará más fuertes después de cada tropiezo.

Es hora de ver a los demás como a nosotros mismos, Jesús lo dijo: “Y el segundo mandamiento en importancia es: “Cada uno debe amar a su prójimo, como se ama a sí mismo.” Ningún otro mandamiento es más importante que estos dos.” Marcos 12:31 (Traducción en lenguaje actual). Si cada uno de nosotros entendiéramos perfectamente lo que nuestro Señor Jesús quería transmitirnos a través de estás palabras, lejos de criticar y menospreciar, lejos de juzgar y excluir, lo que haríamos seria amar, restaurar, levantar, animar a aquellos que a lo mejor no son tan fuertes como nosotros “creemos que lo somos”.

Hoy en día hay tanta gente perfecta y digo perfecta porque son personas que lo saben todo, que son muy buenos para todo, que siempre tienen la opinión perfecta, que siempre saben cómo se tienen que hacer las cosas, que siempre encuentran un error en los demás, y que sobre todo son dueños de la verdad absoluta.

Es muy triste pero nosotros los cristianos a veces podemos llegar a ser las personas más despreciables del momento, porque decimos saberlo todo, porque decimos amar a Dios cuando ni siquiera somos capaces de amar al que está frente de nosotros porque simplemente no hace lo que nosotros quisiéramos que hiciera o porque simplemente no apoya lo que nosotros decimos.

Se nos hace tan fácil criticar, menospreciar, destruir, pero sobre todo pisotear al que se tropieza, pero se nos hace imposible extender una mano sin prejuicio alguno y aun mas imposible tratar de levantar y restaurar a aquel que fue despreciado por toda la comunidad.
A veces queremos hacer el trabajo que le corresponde a Dios, y menos mal que no somos Dios, porque si lo fuéramos ya hubiéramos enviado a muchos al mismo infierno. Y es que somos tan profesionales para juzgar y decretar un juicio, pero somos tan lentos para verificar si lo que vemos o pensamos es lo que realmente sucede.

¿Cuándo te delego Dios para juzgar a tu hermano?, ¿En qué momento te otorgó el privilegio de enjuiciar a la persona con la que no compartes ideas o visión?

Si vemos que alguien tropieza o cae, somos los primeros en desaparecer de su círculo, somos los primeros en apártalo de lo “santo”, somos los primeros en olvidarnos que un día también nosotros necesitamos de una mano extendida que nos ayudara a restaurarnos.

A veces lo que nos falta es sinceridad y humildad para reconocer que nosotros a veces estamos hasta peor que algunos a quienes juzgamos, a veces nos sobra valor para juzgar y criticar, pero no somos lo suficientemente hombres (hablándolo en el sentido espiritual), como para reconocer que también tenemos muchas áreas en nuestra vida de las cuales no nos orgullecemos y que de salir a la luz nos avergonzarían.

¿Sabes porque admiro a Jesús?, lo admiro porque se hizo hombre, viviendo entre nosotros, conociendo nuestro estado de primera mano y decidiendo morir por mí y por ti, pero también lo admiro porque nunca tuvo una palabra de juicio para los débiles, para los fracasados, para los que se les hacía difícil acercarse a Él. Jesús no juzgaba, Él perdonaba, Jesús no menospreciaba, Él les daba valor.

A los únicos que Jesús critica era a los que se creían tan bueno, a esos fariseos y escribas, a esos doctores de la ley que creían que eran superiores a todos por su vana religiosidad, a esos que se les era más fácil ponerles carga a los hombre y no llevarlas ellos mismos.
Esos que aparentaban lo que en realidad no vivían, esos que creían saber todo pero que en realidad no sabían nada, esos que tenían un manual de “santidad” muy diferente al que Jesús vino a enseñar, esos que se les hacía más fácil cerrar las puertas del perdón que perdonar. Esos que se les hacía más fácil menospreciar que aceptar. Esos que excluían en lugar de incluir.

A veces nos parecemos tanto a los fariseos que si Jesús viviera entre nosotros en estos tiempos no gritaría: “¡Sepulcros Blanqueados!”.

Yo me pregunto: Si Jesús viviera entre nosotros, ¿Seriamos capaces de juzgar y criticar como lo solemos hacer?, Si Jesús estuviera frente a nosotros, ¿Nos sería fácil pisotear al caído en lugar de levantarlo?, Si Jesús estuviera viéndonos frente a frente, ¿Seriamos capaces de poner tantas normas humanas olvidándonos de su gracia y misericordia? ¡Ay! Si Jesús estuviera frente a nosotros seriamos las ovejitas mas mansas que existieran. Pero como físicamente no lo vemos en lugar de ser ovejitas muchas veces nos convertimos en lobos que devoran a sus ovejas.

Discúlpenme pero no me puedo imaginar a Jesús criticando, menospreciando, dándole la espalda a los que tropiezan, no puedo imaginármelo pisoteando la mano del caído, no puedo imaginármelo echando a la gente de la Iglesia, no puedo imaginármelo poniéndole cargas a las personas que son difíciles de sobrellevar, ¡No! Lo siento, no puedo tener una imagen de Jesús diferente a lo que la Biblia nos enseña.

Muchos oramos para que Dios nos haga que nos parezcamos a Jesús, de hecho el anhelo de muchos de nosotros es ser iguales a Jesús, pero no seremos igual a Él mientras no sintamos compasión por la gente, no seremos igual a Él mientras sigamos apedreando gente en lugar de perdonar, no seremos igual a Él mientras menospreciemos a los débiles y nos sintamos orgullosos de los “buenos”.

Cuando nos dedicamos a amar, a comprender, pero sobre todo a ayudar, nuestra vida cristiana se vuelve diferente, un gozo real inunda nuestra vida, toda amargura, enojo, resentimiento y todo sentimiento que nos lleva a juzgar desaparece, porque el amor de Dios estará inundando nuestra vida y es allí, y nada mas a allí cuando vamos a comenzar a disfrutar de lo que realmente es la vida en Cristo, una vida de amor verdadero hacia Dios y hacia nuestro prójimo.

Dios te bendiga grandemente!

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