HOUDINI Y LA SÚPER JAULA
¿Quién no ha escuchado hablar de Houdini, el famoso cerrajero y mago que se jactaba de que podía salir de cualquier jaula? Pues bien, un pequeño pueblo de Inglaterra se jactaba de tener una súper jaula de la que nadie podía escapar. Los habitantes de ese lugar invitaron a Houdini a que intentara escapar de la jaula, y él aceptó el desafío.
Llevaron al mago hasta la jaula y lo dejaron allí para que tratara de escapar. Lo primero que Houdini hizo fue quitarse la correa, puesto que en ella escondía una varilla flexible que usaba para destrabar las cerraduras, y de inmediato empezó a trabajar en su escape. Después de horas de intentos infructuosos, el gran Houdini se recostó exhausto contra la puerta de la reja; entonces la puerta se abrió e hizo que el supuesto mago cayera sobre el frío piso de piedra. El gran maestro del escapismo no se percató de que la reja había estado abierta todo el tiempo.
Quizás te ríes de la suerte de Houdini. Pero hoy quiero que reflexiones en la experiencia del mago, porque quizás estamos repitiendo su conducta. ¿Cuántas veces has procurado «ganarte» la salvación? Es probable que tú, querido joven o señorita, hayas «tratado» por todos los medios de abrir la puerta de la jaula que te confina, y precisamente ahí ha radicado tu problema. Estás, al igual que Houdini, tratando de abrir una puerta que ya está abierta; una puerta que Cristo ha abierto para ti por medio de la gracia. ¡Y está de más decirte que no se puede abrir una puerta abierta!
Hoy quiero suplicarte que dejes de intentar salir por ti mismo de la jaula del pecado. Sí, así como lo oyes; no trates de salir de ella valiéndote de tus propios trucos. Ríndete. Tus esfuerzos son vanos porque la reja que está frente a ti ya fue abierta por Jesús. No tienes que «ganarte» tu escape, ya Cristo lo ganó para ti. Sal, vive una vida plena, disfruta la libertad que el Señor te ofrece.
Por la bondad de Dios han recibido ustedes la salvación por medio de la fe. No es esto algo que ustedes mismos hayan conseguido, sino que es un don de Dios. No es el resultado de las propias acciones, de modo que nadie puede gloriarse de nada. (Efesios 2: 8, 9)
#LibreenJesús
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